Tengo un par de horas para terminar este texto. Obviamente de corte narrativo. Como sucede cuando uno no tiene planes. Intenté varias veces. En reiteradas ocasiones. Basta de neologismos. Desde el inicio. Cacofonía. Next. Barbarismo. Estoy harto de mí. Pero ya empecé mal. J’ai raté: aparece subrayado en rojo. Lo estoy tomando personal. Eso es. La escritura automática: pasada de moda, salida rápida. Saco un libro de mi bolsa. El autor me recuerda a Julio Cortázar y a Juan José Arreola. Es francés. Plagio. No, pastiche. Mis huevos. El mono escribe que escribe. Lo voy a dejar aquí. Abro mi correo. Mi driver. En cuatro años no he escrito nada que valga la pena. Lo cual es bueno. Significa que he vivido. No es verdad. Es una excusa. La Casa Terán explotó. Yo no supe que fue del personal, si fueron reubicados. Temo lo peor. El primer bostezo. Antes me sentía un prodigio. Ahora lo soy. Son mis cinco minutos de gloria. Yo creo que hay un archivo en mi celular. Versos. No. Paciencia. Suspiro. Las descripciones me aburren. Leo unas cuantas líneas. Cierro el libro avergonzado. Tengo una idea: corto- pego, rehago las frases. Undo. Eso me pasa por mi falta de persistencia. Nunca fui dedicado. Pero ahora estoy leyendo un libro sobre el árbol genealógico. Todos mis problemas son heredados. Todavía no los soluciono. Y dudo que lo haga. Es algo que me interesa. Cómo ser yo mismo. Todavía no lo sé. Escribir. Ya hay demasiados libros. Esto parece penitencia. Voy a corregir todo al final. Lo juro solemnemente. Van a cerrar la biblioteca.
Edgar Girón García es Licenciado en Letras Hispánicas por la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Ahora vive en Montreal, Canadá, donde es periodista voluntario en el periódico en español Pulso.